Hermes, Platón, Aristóteles y los demás filósofos que han florecido en tiempos diferentes, inventores de las artes que han considerado con asiduidad las potencias de las criaturas inferiores, se han preguntado, animados por un gran deseo, si era posible encontrar entre las criaturas alguna cosa que protegiese el cuerpo del hombre de la destrucción y que le mantuviese en una vida permanente.
La respuesta ha sido que no existía nada que liberase al cuerpo destructible de la muerte, pera que no obstante existía realmente una cosa que suprimía la corrupción, devolvía la juventud, prolongaba la breve vida hasta la edad de los patriarcas.
La muerte ha sido el castigo infligido a nuestros antepasados: Adán, Eva y sus descendientes no pueden sustraerse de ella.
Así, dichos filósofos y otros aún se han esforzado mucho en buscar, antes de cualquier otra cosa, este uno único, y han descubierto que lo que preserva el cuerpo del hombre de la corrupción y prolonga la vida es, en todas sus propiedades, comparable al cielo por lo que respecta a su relación con los demás elementos.
Han comprendido que el cielo es una esencia superior a los cuatro elementos tanto como a las cuatro cualidades y lo han considerado como la quintaesencia, por la relación que mantiene con los cuatro elementos, ya que el cielo es indestructible, inmutable y no soporta jamás ninguna intrusión ajena.
Pensaron que era preciso extraer este uno único de las potencias de nuestro cuerpo, y los filósofos le han dado este nombre.
No es caliente ni seco como la tierra, y es para todos los elementos finalidad, ecuación perfecta, mezcla exacta de las potencias necesarias, reunión particular de las virtudes espirituales, unión invisible del cuerpo y del alma, esencia más pura y más noble de un cuerpo indestructible, extraída por el arte, esencia que no puede ser destruida ni atacada en lo más mínimo por los elementos.
Aristóteles se sirvió de ella para sazonar una manzana cuyo perfume prolongaba la vida, cuando la edad, -quince días antes de su muerte-, le quitó el apetito y la sed.
Esta esencia espiritual y cosa única ha sido revelada desde lo alto a Adán, los santos patriarcas han alimentado un deseo particular de ella, Hermes y Aristóteles la llaman la verdadera, sin mentira alguna, la cierta, la más cierta de todas, la más secreta de las secretas.
Potencia divina escondida en la naturaleza, es la mejor y la más alta que pueda ser buscada bajo los cielos, la maravillosa conclusión y el término de todas las obras filosóficas, se encuentra en ella, el rocío del cielo y el peso graso de la tierra.
En su espíritu se descubre lo que el hombre no es capaz de formular, como dice Morien: tenerlo es poseer todo, ya no tener necesidad de ninguna otra ayuda porque este espíritu encierra toda la bienaventuranza, toda la salud del cuerpo y la felicidad terrestre.
El es el espíritu de la quintaesencia, el manantial de toda la alegría bajo el círculo lunar.
Sostiene el cielo, mantiene la tierra, mueve el mar, excita el viento, hace bajar la lluvia, mantiene todas las cosas y potencias.
Espíritu elegido que domina todas las demás cosas y espíritus celestes, da la salud, la felicidad, la alegría, la paz, el amor, expulsa en general todos los males, cura toda enfermedad, aleja el odio y la tristeza, introduce la alegría, destruye la pobreza y la miseria, en todo bien él es el guía, impide a cualquiera decir o pensar mal, da al hombre lo que desea su corazón, a los hombres piadosos da el honor terrestre y una larga vida, a los malvados que abusan de él, las penas eternas.
He ahí el espíritu de la verdad que el mundo no puede asir sin la inspiración del Espíritu Santo o bien sin la enseñanza de aquellos que le conocen.
Su naturaleza no puede ser reconocida, al igual que su potencia. Infinito es su poder, y los santos han deseado verle desde el inicio del mundo.
Avicena llama a este espíritu «alma del mundo». En efecto, al igual que el alma pone en movimiento todos los miembros del cuerpo, asimismo este espíritu pone todos los cuerpos en movimiento.
Y, así como el alma ocupa todos los miembros del cuerpo, asimismo este espíritu está presente en todas las criaturas elementales. Muchos lo buscan pero pocos lo encuentran.
Se le cree lejos, pero se le coge muy cerca. Está presente en cada cosa, en todo lugar y en todo tiempo. Contiene las energías y la eficacia de todas las criaturas y tiene su lugar en todos los elementos a la vez.
En este uno único se encuentra la potencia suprema de toda cosa y de cada cosa. De estas potencias Adán y los demás patriarcas extrajeron la salud de sus cuerpos y la longevidad de sus vidas, gracias a ellas, algunos conocieron gran riqueza y prosperidad.
Los filósofos que lo descubrieron al precio de una gran labor y de una gran asiduidad, lo ocultaron en frases extrañas y misteriosas a fin de que no fuese revelado a los indignos y que las nobles perlas no fuesen echadas a los puercos.
En efecto, si estuviera en el poder de cualquiera, toda asiduidad, toda actividad cesarían, el hombre no tendría más que un único deseo, la posesión de este uno único, la gente ya no viviría como se debe y el mundo se hundiría: por su avidez y por su opulencia, irritarían a Dios.
Porque ningún ojo ha visto ni ninguna oreja oído aquello de lo que el cielo ha revestido naturalmente a este espíritu, porque ningún corazón humano ha tenido el eco de él.
Yo hago, en honor de Dios, un breve resumen de algunas propiedades de este espíritu que los filósofos han experimentado, a fin de que las personas piadosas que en el porvenir pudieran recibir este don divino lo celebren en sus beneficios con fervor.
Y os mostraré también la virtud y las potencias que reserva a cada ser, cómo se manifiesta corporalmente, a fin de que sea descubierto y reconocido con tanta mayor facilidad.
En su ser primero, este espíritu aparece en un cuerpo terrestre, sucio y lleno de una debilidad multiforme.
Pero encierra las siguientes propiedades: cura todas las heridas y toda la corrupción que ataca a los miembros del hombre, engendrando carne sana y consumiendo la gangrena, purificando toda putrefacción y toda hediondez en cualquier lugar que se fijen, curándolo todo en el interior y en el exterior.
En su segundo ser, reviste la apariencia de un cuerpo acuoso, más bello que en el primer caso, lo que hace que todavía sea corruptible bajo ciertos aspectos.
Pero cuánto mayores son su energía, su eficacia y sus virtudes, más eficaz es también en todas sus operaciones, y está más cerca de la verdad.
Bajo esta forma presta ayuda en general, debido a su naturaleza oculta, a todas las enfermedades, frías y calientes, y es notable su utilidad en los casos de envenenamiento.
Expulsa el veneno del corazón, disuelve sin esfuerzo todos los depósitos pulmonares y, habiéndolos destruido y deteriorado, los cura independientemente de su agitación.
De este modo purifica la sangre. Descompone los depósitos que se han producido en los lugares espirituales, evitando toda prosecución de la destrucción. Absorbido tres veces al día durante una semana, aporta consolación y esperanza a toda enfermedad.
En su tercer ser, manifiesta un ser aéreo y un cuerpo de la naturaleza del aceite, que está casi liberado de todas sus imperfecciones.
En este caso, demuestra obras completamente asombrosas, porque permite a los jóvenes que lo absorben de forma regular en su alimento, aunque sea en pequeñas dosis, conservar su cuerpo en un estado de belleza y de fuerza.
Evita que domine la melancolía y la inflamación de la bilis, desarrolla más allá de la medida sangre y esperma, y a menudo los pacientes deben ser sangrados.
Desobstruye, vuelve menos espesas las venas y los vasos sanguíneos y, cuando un miembro tiende a desaparecer, le vuelve a dar su justa medida.
De igual modo, cuando un adolescente tiene un ojo alterado, en el momento de su crecimiento y antes de alcanzar la madurez, la instilación cotidiana de algunas gotas, seguida de un reposo de un mes, le devolverá la vista con total seguridad.
Cuando un miembro alcanza un cierto grado de putrefacción y de superfluidad, él lo elimina y lo disuelve al instante, reemplazando las partes perdidas.
En su cuarto ser, aparece en un cuerpo ígneo que todavía no está totalmente desembarazado de todas las imperfecciones, que aún tiene un componente ígneo, y cuya desecación es insuficiente.
Grandes son sus virtudes: es eficaz, a todos da la juventud. Si un enfermo condenado a la muerte absorbiese mezclado en vino un poco de este fuego, del peso de un grano de cebada, y si este medicamento pudiera alcanzar el estómago por vía bucal, el paciente sería reconfortado, recalentado y el medicamento alcanzaría el corazón, donde suprimiría toda humedad superflua.
Expulsa el veneno, vuelve a dar vida al calor natural del hígado. Este fuego, absorbido por los ancianos en pequeña cantidad, elimina la enfermedad de la edad y adquieren entonces la juventud del corazón y del cuerpo, por esto que se le llama Elixir de vida.
En su quinto y último ser, aparece bajo un cuerpo glorificado e iluminado, sin defecto. Ahí brillan sol y luna, en ellos él posee todas las energías y todas las propiedades que posee en las demás esencias y de las cuales hemos hablado: con más belleza e incluso maravilla, pues las obras naturales son consideradas en él como misterios divinos, ya que vuelve a dar vida a los cuerpos viejos, muertos y desecados, dado que si se aplica en las raíces de un árbol, éste recobrará vida, reflorecerá y traerá frutos.
Si se mezcla este espíritu con el aceite de una lámpara, ésta no se apaga, quema eternamente sin pérdida alguna.
Transforma cada cristal en piedras preciosas de todos los colores, tan buenas y tan preciosas como las que salen de las minas, y realiza también muchas otras cosas que no hay que revelar a la gente malvada, cosas que son consideradas como imposibles.
En efecto, cura a todos los cuerpos, muertos o vivos, sin adjunción de ninguna otra medicina, y pido que Cristo me sea testigo, pues no miento en nada: en él se encuentra la sola influencia de todos los cuerpos celestes que se buscan en todos los cuerpos y que se han esparcido en cada cosa en particular.
Los primeros revelan todos los tesoros ocultos en el mar y sobre la tierra, mientras que él transforma en sol a todos los cuerpos metálicos y que, bajo los cielos, no se encuentra nada que le sea semejante.
Este espíritu es el misterio oculto desde el origen del cual sólo algunos santos a quienes Dios ha otorgado la revelación han percibido la profusión de honor; es este espíritu el que provoca en el aire una lluvia ígnea, el que conduce la terrestreidad hacia el cielo, mientras que ríos enteros de mar vivo fluyen de su vientre y de su cuerpo.
Este espíritu vuela hacia el cielo por medio del mundo intermediario. Nube que sube de la aurora, introduce en el agua su fuego que arde y tiene en el cielo su tierra clarificada, eliminando la malignidad de Saturno y de Júpiter, dando a Júpiter el resplandor del sol y a Mercurio el de la Luna.
¡Para Venus, para Venus su hermana, hace fluir la miel de las rocas, por los minerales está lleno de un eterno amor!
A pesar de las acusaciones de error que recaen sobre este espíritu que los calumniadores tendrán por falso, aquellos que saben, aquellos que lo experimentan realmente, lo juzgarán verdadero y posible, por poco que se quiera comprender fielmente las palabras escondidas.
¡No te enfrentes pues a este espíritu antes de tener de él una comprensión suficiente, porque Dios es maravilloso en sus obras, y sus obras son, como su Sabiduría, innumerables!
En su naturaleza ígnea, este espíritu se Llama Sandaraca, en su naturaleza aérea Kubrick; Aliochat en su naturaleza terrestre.
Pero estas denominaciones engañan a aquellos que le buscan sin antes haberlo reconocido, y que piensan que se descubrirá por estos procedimientos inútiles para nuestro arte. Aunque estos nombres designen las propiedades del espíritu que buscamos, él no está, ni puede encontrarse en estos cuerpos, ya que un espíritu clarificado no puede manifestarse en apariciones.
En efecto, en un cuerpo como éste, -adaptado a su género, y aunque se le dé tal o cual nombre-, no debe considerarse que existen diferentes espíritus: sea cual fuere el nombre que se le atribuya, no hay más que un único espíritu, eternamente, espíritu cuya ascensión ilumina la claridad del cielo, cuya pureza en este instante es incorporada a la tierra y que, en el curso de su carrera, abraza el crecimiento de las aguas.
No es un ángel de las jerarquías inferiores. Su nombre es Rafael, el ángel de Dios, el más sutil y el más noble, y también el más puro, y los demás le obedecen como se obedece a un superior.
Esta substancia espiritual no es ni celeste ni infernal, es un cuerpo aéreo, puro y espléndido, la forma intermediaria entre los seres sublimes e inferiores, desprovista de entendimiento, pero fecunda en su operación, la más escogida y llena de gracia de todas las otras cosas celestes.
Esta obra divina es demasiado profunda para que un insensato la pueda comprender, porque es el secreto último y sublime de la naturaleza, el Espíritu del Señor que llena el círculo de la tierra, que planeaba en el comienzo sobre las aguas y que el mundo no puede asir sin la secreta y graciosa infusión del Espíritu Santo, o bien sin la instrucción secreta de sus conocedores.
El mundo entero lo desea a causa de las energías que encierra, energías que los hombres jamás serán capaces de apreciar suficientemente.
En efecto, estas energías penetran los planetas, elevan las nubes y expulsan las brumas, dan la luz a cualquier cosa, transforman todo en oro y en plata, confieren la salud y la profusión de los tesoros, purifican la lepra, despejan la vista, reconfortan las almas tristes, cuidan a los enfermos, manifiestan todos los tesoros ocultos, curan en general todas las enfermedades y todas las imperfecciones.
Este espíritu ha permitido a los filósofos descubrir las siete artes liberales, ha engendrado la riqueza de éstas, ha permitido a Moisés crear los utensilios de oro del templo, al rey Salomón realizar numerosas y notables obras en honor de Dios, a muchos hombres ejecutar grandes acciones: a Noé construir el arca, a Moisés el tabernáculo, a Salomón el templo.
Gracias a él, Esdrás restableció la ley, María, hermana de Moisés recibió la hospitalidad, Abraham, Isaac, Jacob y demás justos han obtenido de él larga vida y abundancia de riquezas, y todos los hombres piadosos que lo han conocido gracias a él han celebrado la alabanza a Dios.
Así, su adquisición es preferible a cualquier operación realizada con la plata y con el oro, pues él es la mejor de todas las obras, ya que todos los bienes temporales que el hombre puede desear en este mundo no le son comparables, porque es desde el origen experimentado, perfecto, impecable, el único en alojar la verdad.
Por eso se le llama voz y verdad; su obra ignora la falsedad, y no se puede celebrar suficientemente su alabanza. Soy incapaz de describir adecuadamente su potencia, porque sus propiedades y su poder superan nuestro pensamiento y no son expresables en palabras: en él, en efecto, existe una multitud de propiedades.
En resumen, ¿qué más podríamos decir? No existe, no ha existido jamás, nunca existirá nada que pueda permitir una exploración más profunda de la naturaleza.
¡Oh tú, Sabiduría divina de desbordante profundidad, tú que has encerrado en la fuerza y la potencia de este espíritu único todo lo que posee el conjunto de todos los cuerpos, oh tú, Sabiduría inefable revelada a los mortales: la potencia de tu espíritu mejora las cosas destructibles de la naturaleza!
¡Oh tú, misterio de los misterios, misterio que surge de todas las cosas misteriosas, cura y medicina universales, última exploración de la naturaleza, maravillosa conclusión para todos, para todos los patriarcas, los nuevos Sabios y los Filósofos de todas las cosas celestes inferiores, conclusión deseada por el mundo y la tierra entera!
¡Oh! ¡Qué espíritu maravilloso y digno de alabanza es tu pureza que, en su plena potencia, alberga toda alegría y toda riqueza, toda la fecundidad de la vida: arte de todas las artes, tú que otorgas la alegría temporal a aquellos que te conocen! ¡Oh tú, ciencia deseable y cosa amable entre todas las que están bajo el círculo de la luna, tú que confortas la naturaleza, renuevas el corazón y los miembros, mantienes a la juventud en la flor de la vida, expulsas la vejez y destruyes la debilidad, mantienes la belleza en su estadio más amable, contienes el bien en profusión y no cesas de dar todo lo que agrada al hombre!
¡Oh tú, potencia suprema, y que nada domina, que los ignorantes desprecian, pero que los Sabios aman en una alabanza, en una gloria, en un honor sublimes, tú que expulsas toda obra mortal nacida de los humores y toda enfermedad artificial provocada por hechizo! ¡Tú aclaras la voz de los moribundos y les das la palabra!
¡Oh tú, tesoro de los tesoros, misterio de los misterios, Avicena te ha llamado la substancia inefable, el alma más pura, más perfecta y más potente del mundo, no hay bajo el cielo producto alguno del arte cuya naturaleza y cuya potencia no sean más insondables, operación más maravillosa, potencia más infinita, algo que tenga su semejante a él entre las criaturas, tú que encierras las potencias de los cuerpos celestes!
¡De ti, en efecto, fluyen las aguas de la vida, la miel y el aceite de la salvación eterna, y como lo dice Morien, él «les ha saciado con rocas y miel»! Quien lo tiene posee todo y no tiene necesidad de ningún apoyo exterior.
¡Bendito eres, tú, Dios nacido del Padre, tú que has dado a los profetas este conocimiento, esta inteligencia! ¡Estos lo han mantenido oculto a fin de que los ciegos, a fin de que aquellos que están ahogados en la impiedad de este mundo, no puedan descubrirla, a fin de que los hombres piadosos y capaces puedan gracias a ella celebrar tu alabanza!
En efecto, aquellos que revelan y que descubren a los indignos el misterio de esta cosa quebrantan el sello celeste, la revelación del misterio es una ofensa para la entera Majestad divina, las desgracias les abruman y el castigo de Dios es inminente.
Ruego pues de todo mi corazón a todos los creyentes en Cristo que tienen este conocimiento que no hablen de ello a nadie, que no la comuniquen a cualquiera, sino solamente a aquellos que viven de acuerdo con la divinidad, después de haberlos puesto a prueba mucho tiempo, después de que hayan reconocido que viven virtuosamente, que alaban y que honran a Dios, Dios que ha dado a los hombres un tesoro semejante.
¡Muchos lo buscan y pocos lo encuentran, indignos que son de este saber, los impuros que viven en el vicio; arte que no debería ser mostrado más que a aquellos que temen a Dios, arte que nada puede comprar!
Tomo a Dios como testimonio: lo que digo no es mentira, incluso si eso parece imposible para la naturaleza. No hay nadie actualmente, no existió jamás nadie ni existirá jamás nadie que permita una exploración tan profunda de la naturaleza.
¡Alabado sea Dios, el Dios supremo y Todopoderoso, que ha creado este arte y se ha complacido en revelar este conocimiento a los hombres que le temen!
Así pues, ha sido realizada esta obra excelente y de las más preciosas, esta revelación del espíritu oculto que tiene escondidos en su seno los secretos y los misterios de este mundo. Este espíritu es una divinidad única, un ministerio sagrado, divino y maravilloso, que encierra el mundo por entero. Este último está en él, y en él y en un instante encuentra su verdad, este espíritu, en efecto, domina verdaderamente a los elementos y la quintaesencia.
Texto aparecido en La Puerta, n. 48, pp. 21-33, proviene de la edición de las obras de Paracelso publicadas en latín por Paltenius y Dorn (Estrasburgo, 1603). Traducción: L. Tera.