viernes, 30 de noviembre de 2012

Notre Dame de France el Enigma de Jean Cocteau.



Construida por primera vez en 1865 en un lugar vagamente vinculado a los caballeros templarios, Notre-Dame de France , es una Iglesia de Londres que, quedó casi totalmente destruida por las bombas de los nazis durante el blitz, y la reconstruyeron hacia finales de los años cincuenta. 
A mano izquierda del visitante según se mira hacia el altar mayor hay una capilla donde no se venera ninguna estatua, pero que tiene un culto de seguidores sui generis.
Los visitantes acuden para admirar y fotografiar un mural muy peculiar que hay allí, obra de Jean Cocteau, quien lo acabó en 1960.

O mejor dicho, parece ser una de las iglesias más ocupadas de Londres, y además sirve de cómodo refugio a muchos indigentes de las calles, que son acogidos allí con gran caridad.
 Pero es el mural de Cocteau el imán que atrae a la mayoría de los visitantes que acuden a ella como parte del circuito turístico de Londres, si bien algunos optan por quedarse un rato para disfrutar de ese oasis de calma en medio de la agitación y el estrépito de la capital.


En principio el fresco tal vez decepciona, porque al igual que otras muchas obras de Cocteau parece apenas abocetado con algunos colores sobre una superficie lisa de enlucido.
Representa la Crucifixión: alrededor de la víctima los espantados soldados romanos, las mujeres afligidas, los discípulos. Tiene desde luego todos los ingredientes de una escena clásica de la Crucifixión, pero tal como sucede con la Última Cena de Leonardo, vale la pena echar una ojeada más detenida, más crítica y tal vez podríamos decir, con mayor esfuerzo del sentido común.

El personaje central, la víctima de la más horrible forma de suplicio a muerte, bien podría ser Jesús, pero también es cierto que no podemos estar seguros porque sólo se le ve de las rodillas abajo.
La parte superior del cuerpo no se muestra. Y al pie de la cruz hay una rosa enorme de color púrpura…..¿sìmbolo de la Alquimia?


En primer término vemos un personaje que no es romano ni discípulo, uno que se ha vuelto de espaldas a la cruz y parece seriamente trastornado por la escena que acaba de ver.

En verdad debió de ser un acontecimiento consternante, como siempre lo es la muerte de un hombre en tales circunstancias; y hallarse presente mientras todo un Dios encarnado derramaba su sangre sería sin duda terrible, indescriptiblemente traumático. Pero la expresión de ese personaje no es la del filántropo entristecido, ni la del seguidor confundido por la pérdida de su maestro.
A fuer de sinceros hay que decir que la ceja fruncida, la mirada de soslayo, componen la mueca de un testigo desengañado, incluso con un algo de repugnancia. La reacción es la de alguien ni remotamente inclinado a doblar la rodilla para rendir culto, sino que manifiesta su opinión de igual a igual.

¿Quién es ese que así expresa su desaprobación al hallarse presente en el acontecimiento más sagrado de la cristiandad? No es otro sino el mismo Cocteau

Sobre la escena brilla un sol negro que difunde sus rayos oscuros por el cielo en derredor. Delante de él hay un personaje de pie, posiblemente un hombre, cuyos ojos salientes vueltos hacia arriba, y vistos de perfil contra el horizonte, presentan un notable parecido con unos pechos erguidos.

Este es el Sol Negro, es un referente de la potencia X de la masonería (El sol de la tierra hueca, el signo del Kristos hermético

En el origen de Egipto, está Atum-Ra, la divinidad del Sol Negro. En Heliópolis, denominada On en egipcio, la Ciudad del Sol, se hallaba el Templo del Fénix. Ese templo antiguo era un lugar sagrado, un espacio para la divinidad. Al alba, a imagen de Zep Tepi (el Primer Tiempo de los antiguos egipcios), en el interior del recinto del templo, el Fénix –el rayo del sol– alcanza la piedra de Benben, el Piramidión cónico de hierro meteórico, colocado en lo alto del obelisco situado en el centro del recinto

Representado antropomórficamente con la doble corona de Egipto, la blanca del norte y la roja del sur, o con la cabeza de halcón y tocado por la serpiente cósmica Uraeus enroscada en torno a un disco solar, simbolizaba el Sol del atardecer, que sería sustituido en el curso de los siglos por el culto a Ra, el Sol en el cenit.
 Atum se convirtió en un Sol Negro, en un dios esencialmente invisible, que más tarde se transformaría en el Sol nocturno que viaja a través de las regiones subterráneas, o en el árbitro del destino, sentado en el polo del mundo.

Cuatro soldados romanos adoptan posturas épicas alrededor de la cruz, con las jabalinas colocadas en ángulos extraños y, a lo que parece, significativos. Uno de ellos lleva escudo, el cual muestra la enseña de un halcón estilizado. A los pies de dos de ellos hay un paño sobre el cual se han echado unos dados. La suma total de los puntos que muestran es cincuenta y ocho.

Un joven de aspecto insignificante se halla con las manos unidas al pie de la cruz; su mirada algo inexpresiva se vuelve vagamente hacia una de las dos mujeres representadas en la escena. Éstas a su vez parecen unidas por un amplio contorno en «M» justo debajo del hombre cuyos ojos parecen pechos.


 La de más edad, Maria , abrumada por el dolor, mira hacia abajo y diríamos que derrama lágrimas de sangre; la otra está literalmente más distante, y aunque se encuentra cerca de la cruz toda ella parece alejarse. La figura en «M» muy abierta se repite en el frontis del altar, situado justo delante del mural.

La última figura de la escena, al extremo derecho, es un hombre de edad indeterminada. Está de perfil y el único ojo visible se ha dibujado con la inconfundible forma de un pez.



ASI FLORECERAN TUS ROSAS, afirman los rosacruces en sus antiguos textos:
Busca lo Esencial.
¿Sabes tú qué es lo esencial, Lector querido?

Escucha. . .

Todas las cosas de la Naturaleza, todo cuanto ves y no ves, todas las formas cristalizadas y aun aquellos que tu pobre retina no alcanza a divisar, tienen un punto esencial, una sustancia íntima, un espíritu alado, inconsútil, por el que viven y se desenvuelven.

Todo lo demás es secundario, accesorio. No inútil, porque la inutilidad no existe dentro de la magna Obra del Universo. Son medios, vehículos, portadores si se quiere lo esencial. El medio es perecedero. Pertenece a nuestra tierra. Lo esencial es eterno. Pertenece al cielo de nuestro Espíritu.

Busca, por lo tanto, lo Esencial.



Tu Cruz se hará más llevadera y la Rosa le prestará su sagrado perfume.

1ª) Lleva en todo tus actos, una meta. En todas las cosas, un fin. Que éstos sean el de descubrir Lo Esencial. Clava toda su atención en ello y toma por armas lo útil, lo noble, lo bueno, lo bello, para conseguirlo, y desdeña todos los obstáculos que se interpongan.

Así florecerán las Rosas sobre tu Cruz..

La Rosa es el símbolo del Amor. 

En Tannhausser dice Wagner: A quien el corazón, se le inflame de amor lleva una corona de Rosas.
En la Alquimia la rosa es simbolo de las tinturas solar y lunar según su color blanca o roja.

 Yo soy la rosa de Sarón,dice Salomon en el Cantar de los Cantares.

Maria mira la Rosa a los pies de la Cruz:

Dondequiera intervenga la rosa, la acompañan el secreto y el silencio.

fuentes: Blog de Ana Vazquez,biblioteca pleyades, pagina oficial de Jean Cocteau, 

sábado, 22 de septiembre de 2012

Paracelso . El Apocalipsis de Hermes




Hermes, Platón, Aristóteles y los demás filósofos que han florecido en tiempos diferentes, inventores de las artes que han considerado con asiduidad las potencias de las criaturas inferiores, se han preguntado, animados por un gran deseo, si era posible encontrar entre las criaturas alguna cosa que protegiese el cuerpo del hombre de la destrucción y que le mantuviese en una vida permanente.

 La respuesta ha sido que no existía nada que liberase al cuerpo destructible de la muerte, pera que no obstante existía realmente una cosa que suprimía la corrupción, devolvía la juventud, prolongaba la breve vida hasta la edad de los patriarcas. 

La muerte ha sido el castigo infligido a nuestros antepasados: Adán, Eva y sus descendientes no pueden sustraerse de ella. 

Así, dichos filósofos y otros aún se han esforzado mucho en buscar, antes de cualquier otra cosa, este uno único, y han descubierto que lo que preserva el cuerpo del hombre de la corrupción y prolonga la vida es, en todas sus propiedades, comparable al cielo por lo que respecta a su relación con los demás elementos.

Han comprendido que el cielo es una esencia superior a los cuatro elementos tanto como a las cuatro cualidades y lo han considerado como la quintaesencia, por la relación que mantiene con los cuatro elementos, ya que el cielo es indestructible, inmutable y no soporta jamás ninguna intrusión ajena. 
Pensaron que era preciso extraer este uno único de las potencias de nuestro cuerpo, y los filósofos le han dado este nombre. 



No es caliente ni seco como la tierra, y es para todos los elementos finalidad, ecuación perfecta, mezcla exacta de las potencias necesarias, reunión particular de las virtudes espirituales, unión invisible del cuerpo y del alma, esencia más pura y más noble de un cuerpo indestructible, extraída por el arte, esencia que no puede ser destruida ni atacada en lo más mínimo por los elementos. 

Aristóteles se sirvió de ella para sazonar una manzana cuyo perfume prolongaba la vida, cuando la edad, -quince días antes de su muerte-, le quitó el apetito y la sed.
Esta esencia espiritual y cosa única ha sido revelada desde lo alto a Adán, los santos patriarcas han alimentado un deseo particular de ella, Hermes y Aristóteles la llaman la verdadera, sin mentira alguna, la cierta, la más cierta de todas, la más secreta de las secretas. 

Potencia divina escondida en la naturaleza, es la mejor y la más alta que pueda ser buscada bajo los cielos, la maravillosa conclusión y el término de todas las obras filosóficas, se encuentra en ella, el rocío del cielo y el peso graso de la tierra. 

En su espíritu se descubre lo que el hombre no es capaz de formular, como dice Morien: tenerlo es poseer todo, ya no tener necesidad de ninguna otra ayuda porque este espíritu encierra toda la bienaventuranza, toda la salud del cuerpo y la felicidad terrestre.

 El es el espíritu de la quintaesencia, el manantial de toda la alegría bajo el círculo lunar. 

Sostiene el cielo, mantiene la tierra, mueve el mar, excita el viento, hace bajar la lluvia, mantiene todas las cosas y potencias. 
Espíritu elegido que domina todas las demás cosas y espíritus celestes, da la salud, la felicidad, la alegría, la paz, el amor, expulsa en general todos los males, cura toda enfermedad, aleja el odio y la tristeza, introduce la alegría, destruye la pobreza y la miseria, en todo bien él es el guía, impide a cualquiera decir o pensar mal, da al hombre lo que desea su corazón, a los hombres piadosos da el honor terrestre y una larga vida, a los malvados que abusan de él, las penas eternas. 

He ahí el espíritu de la verdad que el mundo no puede asir sin la inspiración del Espíritu Santo o bien sin la enseñanza de aquellos que le conocen. 
Su naturaleza no puede ser reconocida, al igual que su potencia. Infinito es su poder, y los santos han deseado verle desde el inicio del mundo.
Avicena llama a este espíritu «alma del mundo». En efecto, al igual que el alma pone en movimiento todos los miembros del cuerpo, asimismo este espíritu pone todos los cuerpos en movimiento. 




Y, así como el alma ocupa todos los miembros del cuerpo, asimismo este espíritu está presente en todas las criaturas elementales. Muchos lo buscan pero pocos lo encuentran. 

Se le cree lejos, pero se le coge muy cerca. Está presente en cada cosa, en todo lugar y en todo tiempo. Contiene las energías y la eficacia de todas las criaturas y tiene su lugar en todos los elementos a la vez. 

En este uno único se encuentra la potencia suprema de toda cosa y de cada cosa. De estas potencias Adán y los demás patriarcas extrajeron la salud de sus cuerpos y la longevidad de sus vidas, gracias a ellas, algunos conocieron gran riqueza y prosperidad.

 Los filósofos que lo descubrieron al precio de una gran labor y de una gran asiduidad, lo ocultaron en frases extrañas y misteriosas a fin de que no fuese revelado a los indignos y que las nobles perlas no fuesen echadas a los puercos.

 En efecto, si estuviera en el poder de cualquiera, toda asiduidad, toda actividad cesarían, el hombre no tendría más que un único deseo, la posesión de este uno único, la gente ya no viviría como se debe y el mundo se hundiría: por su avidez y por su opulencia, irritarían a Dios.

 Porque ningún ojo ha visto ni ninguna oreja oído aquello de lo que el cielo ha revestido naturalmente a este espíritu, porque ningún corazón humano ha tenido el eco de él. 

Yo hago, en honor de Dios, un breve resumen de algunas propiedades de este espíritu que los filósofos han experimentado, a fin de que las personas piadosas que en el porvenir pudieran recibir este don divino lo celebren en sus beneficios con fervor.

 Y os mostraré también la virtud y las potencias que reserva a cada ser, cómo se manifiesta corporalmente, a fin de que sea descubierto y reconocido con tanta mayor facilidad.

En su ser primero, este espíritu aparece en un cuerpo terrestre, sucio y lleno de una debilidad multiforme. 
Pero encierra las siguientes propiedades: cura todas las heridas y toda la corrupción que ataca a los miembros del hombre, engendrando carne sana y consumiendo la gangrena, purificando toda putrefacción y toda hediondez en cualquier lugar que se fijen, curándolo todo en el interior y en el exterior.

En su segundo ser, reviste la apariencia de un cuerpo acuoso, más bello que en el primer caso, lo que hace que todavía sea corruptible bajo ciertos aspectos. 

Pero cuánto mayores son su energía, su eficacia y sus virtudes, más eficaz es también en todas sus operaciones, y está más cerca de la verdad. 

Bajo esta forma presta ayuda en general, debido a su naturaleza oculta, a todas las enfermedades, frías y calientes, y es notable su utilidad en los casos de envenenamiento. 

Expulsa el veneno del corazón, disuelve sin esfuerzo todos los depósitos pulmonares y, habiéndolos destruido y deteriorado, los cura independientemente de su agitación. 



De este modo purifica la sangre. Descompone los depósitos que se han producido en los lugares espirituales, evitando toda prosecución de la destrucción. Absorbido tres veces al día durante una semana, aporta consolación y esperanza a toda enfermedad.

En su tercer ser, manifiesta un ser aéreo y un cuerpo de la naturaleza del aceite, que está casi liberado de todas sus imperfecciones. 


En este caso, demuestra obras completamente asombrosas, porque permite a los jóvenes que lo absorben de forma regular en su alimento, aunque sea en pequeñas dosis, conservar su cuerpo en un estado de belleza y de fuerza. 

Evita que domine la melancolía y la inflamación de la bilis, desarrolla más allá de la medida sangre y esperma, y a menudo los pacientes deben ser sangrados. 

Desobstruye, vuelve menos espesas las venas y los vasos sanguíneos y, cuando un miembro tiende a desaparecer, le vuelve a dar su justa medida.
 De igual modo, cuando un adolescente tiene un ojo alterado, en el momento de su crecimiento y antes de alcanzar la madurez, la instilación cotidiana de algunas gotas, seguida de un reposo de un mes, le devolverá la vista con total seguridad.

 Cuando un miembro alcanza un cierto grado de putrefacción y de superfluidad, él lo elimina y lo disuelve al instante, reemplazando las partes perdidas.

En su cuarto ser, aparece en un cuerpo ígneo que todavía no está totalmente desembarazado de todas las imperfecciones, que aún tiene un componente ígneo, y cuya desecación es insuficiente. 




Grandes son sus virtudes: es eficaz, a todos da la juventud. Si un enfermo condenado a la muerte absorbiese mezclado en vino un poco de este fuego, del peso de un grano de cebada, y si este medicamento pudiera alcanzar el estómago por vía bucal, el paciente sería reconfortado, recalentado y el medicamento alcanzaría el corazón, donde suprimiría toda humedad superflua. 

Expulsa el veneno, vuelve a dar vida al calor natural del hígado. Este fuego, absorbido por los ancianos en pequeña cantidad, elimina la enfermedad de la edad y adquieren entonces la juventud del corazón y del cuerpo, por esto que se le llama Elixir de vida.

En su quinto y último ser, aparece bajo un cuerpo glorificado e iluminado, sin defecto. Ahí brillan sol y luna, en ellos él posee todas las energías y todas las propiedades que posee en las demás esencias y de las cuales hemos hablado: con más belleza e incluso maravilla, pues las obras naturales son consideradas en él como misterios divinos, ya que vuelve a dar vida a los cuerpos viejos, muertos y desecados, dado que si se aplica en las raíces de un árbol, éste recobrará vida, reflorecerá y traerá frutos.


 Si se mezcla este espíritu con el aceite de una lámpara, ésta no se apaga, quema eternamente sin pérdida alguna. 
Transforma cada cristal en piedras preciosas de todos los colores, tan buenas y tan preciosas como las que salen de las minas, y realiza también muchas otras cosas que no hay que revelar a la gente malvada, cosas que son consideradas como imposibles.

En efecto, cura a todos los cuerpos, muertos o vivos, sin adjunción de ninguna otra medicina, y pido que Cristo me sea testigo, pues no miento en nada: en él se encuentra la sola influencia de todos los cuerpos celestes que se buscan en todos los cuerpos y que se han esparcido en cada cosa en particular. 

Los primeros revelan todos los tesoros ocultos en el mar y sobre la tierra, mientras que él transforma en sol a todos los cuerpos metálicos y que, bajo los cielos, no se encuentra nada que le sea semejante.
Este espíritu es el misterio oculto desde el origen del cual sólo algunos santos a quienes Dios ha otorgado la revelación han percibido la profusión de honor; es este espíritu el que provoca en el aire una lluvia ígnea, el que conduce la terrestreidad hacia el cielo, mientras que ríos enteros de mar vivo fluyen de su vientre y de su cuerpo.

Este espíritu vuela hacia el cielo por medio del mundo intermediario. Nube que sube de la aurora, introduce en el agua su fuego que arde y tiene en el cielo su tierra clarificada, eliminando la malignidad de Saturno y de Júpiter, dando a Júpiter el resplandor del sol y a Mercurio el de la Luna. 

¡Para Venus, para Venus su hermana, hace fluir la miel de las rocas, por los minerales está lleno de un eterno amor!

A pesar de las acusaciones de error que recaen sobre este espíritu que los calumniadores tendrán por falso, aquellos que saben, aquellos que lo experimentan realmente, lo juzgarán verdadero y posible, por poco que se quiera comprender fielmente las palabras escondidas.

 ¡No te enfrentes pues a este espíritu antes de tener de él una comprensión suficiente, porque Dios es maravilloso en sus obras, y sus obras son, como su Sabiduría, innumerables!

En su naturaleza ígnea, este espíritu se Llama Sandaraca, en su naturaleza aérea KubrickAliochat en su naturaleza terrestre. 

Pero estas denominaciones engañan a aquellos que le buscan sin antes haberlo reconocido, y que piensan que se descubrirá por estos procedimientos inútiles para nuestro arte. Aunque estos nombres designen las propiedades del espíritu que buscamos, él no está, ni puede encontrarse en estos cuerpos, ya que un espíritu clarificado no puede manifestarse en apariciones. 

En efecto, en un cuerpo como éste, -adaptado a su género, y aunque se le dé tal o cual nombre-, no debe considerarse que existen diferentes espíritus: sea cual fuere el nombre que se le atribuya, no hay más que un único espíritu, eternamente, espíritu cuya ascensión ilumina la claridad del cielo, cuya pureza en este instante es incorporada a la tierra y que, en el curso de su carrera, abraza el crecimiento de las aguas. 

No es un ángel de las jerarquías inferiores. Su nombre es Rafael, el ángel de Dios, el más sutil y el más noble, y también el más puro, y los demás le obedecen como se obedece a un superior. 

Esta substancia espiritual no es ni celeste ni infernal, es un cuerpo aéreo, puro y espléndido, la forma intermediaria entre los seres sublimes e inferiores, desprovista de entendimiento, pero fecunda en su operación, la más escogida y llena de gracia de todas las otras cosas celestes.

 Esta obra divina es demasiado profunda para que un insensato la pueda comprender, porque es el secreto último y sublime de la naturaleza, el Espíritu del Señor que llena el círculo de la tierra, que planeaba en el comienzo sobre las aguas y que el mundo no puede asir sin la secreta y graciosa infusión del Espíritu Santo, o bien sin la instrucción secreta de sus conocedores. 

El mundo entero lo desea a causa de las energías que encierra, energías que los hombres jamás serán capaces de apreciar suficientemente.

 En efecto, estas energías penetran los planetas, elevan las nubes y expulsan las brumas, dan la luz a cualquier cosa, transforman todo en oro y en plata, confieren la salud y la profusión de los tesoros, purifican la lepra, despejan la vista, reconfortan las almas tristes, cuidan a los enfermos, manifiestan todos los tesoros ocultos, curan en general todas las enfermedades y todas las imperfecciones.

Este espíritu ha permitido a los filósofos descubrir las siete artes liberales, ha engendrado la riqueza de éstas, ha permitido a Moisés crear los utensilios de oro del templo, al rey Salomón realizar numerosas y notables obras en honor de Dios, a muchos hombres ejecutar grandes acciones: a Noé construir el arca, a Moisés el tabernáculo, a Salomón el templo.

 Gracias a él, Esdrás restableció la ley, María, hermana de Moisés recibió la hospitalidad, Abraham, Isaac, Jacob y demás justos han obtenido de él larga vida y abundancia de riquezas, y todos los hombres piadosos que lo han conocido gracias a él han celebrado la alabanza a Dios.

 Así, su adquisición es preferible a cualquier operación realizada con la plata y con el oro, pues él es la mejor de todas las obras, ya que todos los bienes temporales que el hombre puede desear en este mundo no le son comparables, porque es desde el origen experimentado, perfecto, impecable, el único en alojar la verdad.

 Por eso se le llama voz y verdad; su obra ignora la falsedad, y no se puede celebrar suficientemente su alabanza. Soy incapaz de describir adecuadamente su potencia, porque sus propiedades y su poder superan nuestro pensamiento y no son expresables en palabras: en él, en efecto, existe una multitud de propiedades.

En resumen, ¿qué más podríamos decir? No existe, no ha existido jamás, nunca existirá nada que pueda permitir una exploración más profunda de la naturaleza.

¡Oh tú, Sabiduría divina de desbordante profundidad, tú que has encerrado en la fuerza y la potencia de este espíritu único todo lo que posee el conjunto de todos los cuerpos, oh tú, Sabiduría inefable revelada a los mortales: la potencia de tu espíritu mejora las cosas destructibles de la naturaleza!
¡Oh tú, misterio de los misterios, misterio que surge de todas las cosas misteriosas, cura y medicina universales, última exploración de la naturaleza, maravillosa conclusión para todos, para todos los patriarcas, los nuevos Sabios y los Filósofos de todas las cosas celestes inferiores, conclusión deseada por el mundo y la tierra entera!

¡Oh! ¡Qué espíritu maravilloso y digno de alabanza es tu pureza que, en su plena potencia, alberga toda alegría y toda riqueza, toda la fecundidad de la vida: arte de todas las artes, tú que otorgas la alegría temporal a aquellos que te conocen! ¡Oh tú, ciencia deseable y cosa amable entre todas las que están bajo el círculo de la luna, tú que confortas la naturaleza, renuevas el corazón y los miembros, mantienes a la juventud en la flor de la vida, expulsas la vejez y destruyes la debilidad, mantienes la belleza en su estadio más amable, contienes el bien en profusión y no cesas de dar todo lo que agrada al hombre!

 ¡Oh tú, potencia suprema, y que nada domina, que los ignorantes desprecian, pero que los Sabios aman en una alabanza, en una gloria, en un honor sublimes, tú que expulsas toda obra mortal nacida de los humores y toda enfermedad artificial provocada por hechizo! ¡Tú aclaras la voz de los moribundos y les das la palabra! 

¡Oh tú, tesoro de los tesoros, misterio de los misterios, Avicena te ha llamado la substancia inefable, el alma más pura, más perfecta y más potente del mundo, no hay bajo el cielo producto alguno del arte cuya naturaleza y cuya potencia no sean más insondables, operación más maravillosa, potencia más infinita, algo que tenga su semejante a él entre las criaturas, tú que encierras las potencias de los cuerpos celestes! 

¡De ti, en efecto, fluyen las aguas de la vida, la miel y el aceite de la salvación eterna, y como lo dice Morien, él «les ha saciado con rocas y miel»! Quien lo tiene posee todo y no tiene necesidad de ningún apoyo exterior.

¡Bendito eres, tú, Dios nacido del Padre, tú que has dado a los profetas este conocimiento, esta inteligencia! ¡Estos lo han mantenido oculto a fin de que los ciegos, a fin de que aquellos que están ahogados en la impiedad de este mundo, no puedan descubrirla, a fin de que los hombres piadosos y capaces puedan gracias a ella celebrar tu alabanza! 

En efecto, aquellos que revelan y que descubren a los indignos el misterio de esta cosa quebrantan el sello celeste, la revelación del misterio es una ofensa para la entera Majestad divina, las desgracias les abruman y el castigo de Dios es inminente.

Ruego pues de todo mi corazón a todos los creyentes en Cristo que tienen este conocimiento que no hablen de ello a nadie, que no la comuniquen a cualquiera, sino solamente a aquellos que viven de acuerdo con la divinidad, después de haberlos puesto a prueba mucho tiempo, después de que hayan reconocido que viven virtuosamente, que alaban y que honran a Dios, Dios que ha dado a los hombres un tesoro semejante.

 ¡Muchos lo buscan y pocos lo encuentran, indignos que son de este saber, los impuros que viven en el vicio; arte que no debería ser mostrado más que a aquellos que temen a Dios, arte que nada puede comprar!

Tomo a Dios como testimonio: lo que digo no es mentira, incluso si eso parece imposible para la naturaleza. No hay nadie actualmente, no existió jamás nadie ni existirá jamás nadie que permita una exploración tan profunda de la naturaleza.

¡Alabado sea Dios, el Dios supremo y Todopoderoso, que ha creado este arte y se ha complacido en revelar este conocimiento a los hombres que le temen! 

Así pues, ha sido realizada esta obra excelente y de las más preciosas, esta revelación del espíritu oculto que tiene escondidos en su seno los secretos y los misterios de este mundo. Este espíritu es una divinidad única, un ministerio sagrado, divino y maravilloso, que encierra el mundo por entero. Este último está en él, y en él y en un instante encuentra su verdad, este espíritu, en efecto, domina verdaderamente a los elementos y la quintaesencia.
Texto aparecido en La Puerta, n. 48, pp. 21-33, proviene de la edición de las obras de Paracelso publicadas en latín por Paltenius y Dorn (Estrasburgo, 1603). Traducción: L. Tera.



viernes, 21 de septiembre de 2012

EL CANTO DE LA PERLA



“Canto de la Perla”  Himno del alma, Himno de la Vestidura de Gloria o Canto de la Liberación
. Esta bellísima oda es un fragmento que parece haber sido añadido, a los Actos de Tomás,  texto cristiano del siglo IV, siendo una historia independiente del resto de la obra.

Se conocen dos versiones de los Actos de Tomás, una siríaca y otra griega. La
traducción que ofrecemos al lector procede de la versión griega, cuya traducción
publicó Bonnet (Acta Apostolarum Apocrypha) en 1883. El lector no dejará de
relacionar tanto la perla que guarda el dragón devorador con el manto de oro con el Vellocino de la leyenda de los Argonautas.

La sobria belleza de su texto expresa como pocos otros, el arquetípico mito universal del olvido y del recuerdo: la necesidad del individuo de volver en sí mismopara recordar quién es, de dónde viene, y cual es su destino, si despierta, para su esencia real

IX 108.

Cuando yo era niño, en el palacio de mi Padre,
viviendo en la riqueza y el lujo de los que me alimentaban,
del Oriente, mi patria, mis padres me abastecieron de provisiones y me enviaron.

 Me impusieron un fardo tomado de las riquezas de sus tesoros,
precioso, pero ligero y que sólo yo podía llevar.

Fardo compuesto de oro y de lo que está en el cielo,
plata de grandes tesoros, gemas, calcedonias de la India, perlas de Kushan.

Me han armado de diamante,
me han dado un vestido tejido de oro y constelado de piedras
preciosas que habían hecho para mí porque me amaban.
y un atavío dorado a mi medida.

Concluyeron un acuerdo conmigo y lo inscribieron en mi
corazón para que no lo olvidara. Me dijeron:

“Si bajas a Egipto y traes de allí la perla que se encuentra
en esta tierra junto a un dragón devorador,
revestirás de nuevo los vestidos de piedras preciosas y el
atavío que los acompaña.

Y estarás con tu hermano, el heredero de nuestro reino que
Vive junto a nosotros”.

109.

Vine de Oriente con dos guías por un camino difícil y temible,
Y no fui puesto a prueba mientras lo recorría.
Pasé por las fronteras de Mosani donde se citan los mercaderes de Oriente,
y alcancé el país de los Babilonios.
Pero cuando entré en Egipto los guías que caminaban conmigo me abandonaron,
fui hacia el dragón por el camino más rápido y lo expulsé de su antro,
y como estaba solo, cambié mi aspecto y aparecí a mi pueblo como un extranjero.
Allí he visto un deudo de oriente, libre, niño lleno de gracia y de belleza,
hijo de príncipes.
Vino a mí y habitó conmigo.

He hecho de él mi compañero, mi amigo, anunciándole mi viaje.
Le advertí que se guardara de los egipcios y que no tomara
parte en las cosas impuras.

Me vestí como ellos para no parecer un extranjero venido de
otra parte y apoderarme de la perla sin que los egipcios
despertaran el dragón para combatirme.
Pero ignoro cómo supieron que no era de su país.

Me tendieron una trampa con malicia y gusté de su alimento.
Desde entonces olvidé que era hijo del rey y fui esclavo de su rey.
Olvidé la perla en busca de la cual mis padres me habían enviado,
y embrutecido por su comida caí en un profundo sueño.

110.
Pero cuando eso me ocurrió, mis padres penaron por mí y se inquietaron.
Una proclama se publicó en nuestro reino para que todos
pudieran verla sobre las puertas.

Y entonces el rey de los partos, los funcionarios y los
personajes de alto rango allá en Oriente,
tomaron una decisión respecto a mí, para que no fuera abandonado en Egipto.

Los príncipes me escribieron revelándome esto:
De parte de tu Padre, Rey de Reyes, y de tu madre que reina
en Oriente y de tu hermano, el segundo entre nosotros,
a nuestro Hijo que está en Egipto, paz;
despierta de tu sueño y levántate, escucha el contenido de nuestra carta;
tú que has aceptado el yugo de la esclavitud, recuerda que eres hijo de reyes,
recuerda la perla por la que has sido enviado a Egipto,
recuerda tu vestido tejido en oro.

El nombre que has recibido en nuestro reino está inscrito en
el libro de la vida junto con el de tu hermano.

111.
El rey selló la carta con la mano derecha,
a causa de los enemigos, hijos de Babilonia y de los demonios
tiránicos del Laberinto.

Y yo, escuchando lo que me decía esta voz, me desperté de mi sueño.
Cogí la carta, la besé y la leí.
Lo que allí estaba escrito era lo que estaba grabado en mi corazón
recordé de pronto que era hijo de reyes, que mi cuna exigía que estuviese en libertad.
Recordé también la perla por la cual había sido enviado a Egipto.
Fui con dones mágicos hacia el terrible dragón.

Y lo abatí pronunciando sobre él el nombre de mi Padre,
y el nombre del que es el segundo, y el nombre de mi madre, la reina de Oriente.

Me apoderé de la perla y me fui para llevarla a mis padres.
Me despojé del vestido inmundo y lo dejé en su país,
y tomé rápido la senda del Oriente luminoso, mi patria.

En el camino encontré la carta que me había despertado.
Como si tuviera voz, ella me alzaba cuando me dormía,
y me guiaba con la luz que de ella emanaba.

El real vestido de seda brillaba a veces ante mis ojos.
Arrebatado y empujado por su amor atravesé el Laberinto.
Dejé a mi izquierda Babilonia y llegué a Maishan, la grande,
junto a orillas del mar.

112.
Siendo todavía un niño había perdido el recuerdo de su esplendor
Cuando la dejé, en el reino de mi Padre.
Como si fuera un espejo, vi de repente el vestido sobre mí,
lo vi enteramente sobre mí, me vi y me reconocí a través suyo;
habíamos estado separados, de nuevo éramos lo mismo.

Vi que los intendentes que me traían el vestido eran dos,
pero tenían el mismo aspecto y una sola insignia real los cubría.

El vestido maravilloso estallaba de colores distintos,
constelados de oro, de piedras preciosas y de las más bellas perlas de Oriente.
La imagen del Rey de Reyes se reflejaba en todo él,
sus colores diferentes recordaban el zafiro.

113.
De nuevo vi que iban a ser dadas mociones para dar a conocer que iban a hablar.
Escuché que se decía: “Vengo de aquel que es más valiente que todos los hombres,
en interés de quien he sido enviado por el mismo Padre”.

Vi que crecía mi estatura en concordancia con lo que él decía,
y que en su real movimiento se aproximaba a mí,
se precipitaba, extendiendo la mano hacia quien quisiera aferrarse a ella,
y mi deseo me lanzó a su encuentro para tomarla.

Yací para recibirla y ser engalanado con espléndidos colores,
y me cubrí enteramente con mi vestido real que supera cualquier belleza.
Cuando lo hube revestido me encontré en lugar de adoración y salvación,
incliné la cabeza y me prosterné ante el esplendor del Padre
que me lo había enviado,,conforme a sus promesas, porque yo había cumplido sus mandamientos.
Y me introduje en las puertas del palacio que existe desde el principio.
Él se ha alegrado por mí y me acogió con él en su palacio,
donde todos sus servidores lo alaban con voces melodiosas,
me ha prometido que seré enviado con él a la puerta del rey,
para aparecer ante el rey con mis presentes y mi perla.