“Canto de la Perla” Himno del alma, Himno
de la Vestidura de Gloria o Canto de la Liberación
.
Esta bellísima oda es un fragmento que parece haber sido añadido, a los Actos
de Tomás, texto cristiano del siglo IV,
siendo una historia independiente del resto de la obra.
Se
conocen dos versiones de los Actos de Tomás, una siríaca y otra griega. La
traducción
que ofrecemos al lector procede de la versión griega, cuya traducción
publicó
Bonnet (Acta Apostolarum Apocrypha) en 1883. El lector no dejará de
relacionar
tanto la perla que guarda el dragón devorador con el manto de oro con el Vellocino
de la leyenda de los Argonautas.
La
sobria belleza de su texto expresa como pocos otros, el arquetípico mito
universal del olvido y del recuerdo: la necesidad del individuo de volver
en sí mismopara recordar quién es, de dónde viene, y cual es su
destino, si despierta, para su esencia real
IX
108.
Cuando
yo era niño, en el palacio de mi Padre,
viviendo
en la riqueza y el lujo de los que me alimentaban,
del
Oriente, mi patria, mis padres me abastecieron de provisiones y me enviaron.
Me impusieron un fardo tomado de las riquezas
de sus tesoros,
precioso,
pero ligero y que sólo yo podía llevar.
Fardo
compuesto de oro y de lo que está en el cielo,
plata
de grandes tesoros, gemas, calcedonias de la India, perlas de Kushan.
Me
han armado de diamante,
me
han dado un vestido tejido de oro y constelado de piedras
preciosas
que habían hecho para mí porque me amaban.
y
un atavío dorado a mi medida.
Concluyeron
un acuerdo conmigo y lo inscribieron en mi
corazón
para que no lo olvidara. Me dijeron:
“Si
bajas a Egipto y traes de allí la perla que se encuentra
en
esta tierra junto a un dragón devorador,
revestirás
de nuevo los vestidos de piedras preciosas y el
atavío
que los acompaña.
Y
estarás con tu hermano, el heredero de nuestro reino que
Vive
junto a nosotros”.
109.
Vine
de Oriente con dos guías por un camino difícil y temible,
Y
no fui puesto a prueba mientras lo recorría.
Pasé
por las fronteras de Mosani donde se citan los mercaderes de Oriente,
y
alcancé el país de los Babilonios.
Pero
cuando entré en Egipto los guías que caminaban conmigo me abandonaron,
fui
hacia el dragón por el camino más rápido y lo expulsé de su antro,
y
como estaba solo, cambié mi aspecto y aparecí a mi pueblo como un extranjero.
Allí
he visto un deudo de oriente, libre, niño lleno de gracia y de belleza,
hijo
de príncipes.
Vino
a mí y habitó conmigo.
He
hecho de él mi compañero, mi amigo, anunciándole mi viaje.
Le
advertí que se guardara de los egipcios y que no tomara
parte
en las cosas impuras.
Me
vestí como ellos para no parecer un extranjero venido de
otra
parte y apoderarme de la perla sin que los egipcios
despertaran
el dragón para combatirme.
Pero
ignoro cómo supieron que no era de su país.
Me
tendieron una trampa con malicia y gusté de su alimento.
Desde
entonces olvidé que era hijo del rey y fui esclavo de su rey.
Olvidé
la perla en busca de la cual mis padres me habían enviado,
y
embrutecido por su comida caí en un profundo sueño.
110.
Pero
cuando eso me ocurrió, mis padres penaron por mí y se inquietaron.
Una
proclama se publicó en nuestro reino para que todos
pudieran
verla sobre las puertas.
Y
entonces el rey de los partos, los funcionarios y los
personajes
de alto rango allá en Oriente,
tomaron
una decisión respecto a mí, para que no fuera abandonado en Egipto.
Los
príncipes me escribieron revelándome esto:
De
parte de tu Padre, Rey de Reyes, y de tu madre que reina
en
Oriente y de tu hermano, el segundo entre nosotros,
a
nuestro Hijo que está en Egipto, paz;
despierta
de tu sueño y levántate, escucha el contenido de nuestra carta;
tú
que has aceptado el yugo de la esclavitud, recuerda que eres hijo de reyes,
recuerda
la perla por la que has sido enviado a Egipto,
recuerda
tu vestido tejido en oro.
El
nombre que has recibido en nuestro reino está inscrito en
el
libro de la vida junto con el de tu hermano.
111.
El
rey selló la carta con la mano derecha,
a
causa de los enemigos, hijos de Babilonia y de los demonios
tiránicos
del Laberinto.
Y
yo, escuchando lo que me decía esta voz, me desperté de mi sueño.
Cogí
la carta, la besé y la leí.
Lo
que allí estaba escrito era lo que estaba grabado en mi corazón
recordé
de pronto que era hijo de reyes, que mi cuna exigía que estuviese en libertad.
Recordé
también la perla por la cual había sido enviado a Egipto.
Fui
con dones mágicos hacia el terrible dragón.
Y
lo abatí pronunciando sobre él el nombre de mi Padre,
y
el nombre del que es el segundo, y el nombre de mi madre, la reina de Oriente.
Me
apoderé de la perla y me fui para llevarla a mis padres.
Me
despojé del vestido inmundo y lo dejé en su país,
y
tomé rápido la senda del Oriente luminoso, mi patria.
En
el camino encontré la carta que me había despertado.
Como
si tuviera voz, ella me alzaba cuando me dormía,
y
me guiaba con la luz que de ella emanaba.
El
real vestido de seda brillaba a veces ante mis ojos.
Arrebatado
y empujado por su amor atravesé el Laberinto.
Dejé
a mi izquierda Babilonia y llegué a Maishan, la grande,
junto
a orillas del mar.
112.
Siendo
todavía un niño había perdido el recuerdo de su esplendor
Cuando
la dejé, en el reino de mi Padre.
Como
si fuera un espejo, vi de repente el vestido sobre mí,
lo
vi enteramente sobre mí, me vi y me reconocí a través suyo;
habíamos
estado separados, de nuevo éramos lo mismo.
Vi
que los intendentes que me traían el vestido eran dos,
pero
tenían el mismo aspecto y una sola insignia real los cubría.
El
vestido maravilloso estallaba de colores distintos,
constelados
de oro, de piedras preciosas y de las más bellas perlas de Oriente.
La
imagen del Rey de Reyes se reflejaba en todo él,
sus
colores diferentes recordaban el zafiro.
113.
De
nuevo vi que iban a ser dadas mociones para dar a conocer que iban a hablar.
Escuché
que se decía: “Vengo de aquel que es más valiente que todos los hombres,
en
interés de quien he sido enviado por el mismo Padre”.
Vi
que crecía mi estatura en concordancia con lo que él decía,
y
que en su real movimiento se aproximaba a mí,
se
precipitaba, extendiendo la mano hacia quien quisiera aferrarse a ella,
y
mi deseo me lanzó a su encuentro para tomarla.
Yací
para recibirla y ser engalanado con espléndidos colores,
y
me cubrí enteramente con mi vestido real que supera cualquier belleza.
Cuando
lo hube revestido me encontré en lugar de adoración y salvación,
incliné
la cabeza y me prosterné ante el esplendor del Padre
que
me lo había enviado,,conforme a sus promesas, porque yo había cumplido sus
mandamientos.
Y
me introduje en las puertas del palacio que existe desde el principio.
Él
se ha alegrado por mí y me acogió con él en su palacio,
donde
todos sus servidores lo alaban con voces melodiosas,
me
ha prometido que seré enviado con él a la puerta del rey,
para
aparecer ante el rey con mis presentes y mi perla.
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